LXIII
Que se
detenga el tiempo que no quiero
seguir la
senda oscura y lacerante
de esta
perversa noche donde errante
camino tras
su sombra prisionero.
Que se detenga el tiempo que yo muero
por ver esa
dulzura en su semblante,
por ver sus
ojos verdes, su radiante
sonrisa
entre la niebla del sendero.
Sin ella, no me queda ya argumento
para vivir.
Tan dura penitencia
me produce
dolor y sufrimiento.
¡No quiero ya seguir sin su presencia!
Porque
vivir así es un tormento
y más que
vida es muerte mi existencia.