XXXIX
Arribamos
al puerto de la vida
sin
ropajes, desnudos de experiencia;
nos
asimos con fuerza a la existencia
intuyendo
el dolor de la caída.
Conquistamos la tierra prometida
de
una infancia feliz en apariencia
y
un mal día perdemos la inocencia
si
nos dejan sangrando el alma herida.
Y aprendemos entonces que el vivir
no
se lleva muy bien con el soñar,
que
vivir es luchar por no morir.
Y emprendemos un duro caminar
compensando
el dolor que da el sufrir
con
el dulce placer que da el amar.
Diciembre-2012