XXXI
Compartir
la emoción de la aventura
con
hadas y con duendes cada día,
navegar
por el mar de la utopía
hacia el puerto final de la cultura.
Empuñar
como escudo la cordura
y
como arma sutil, la fantasía.
Hacer
que, con su luz, la poesía
en
cada corazón deje ternura.
Desterrar
de sus mentes la tristeza
procurando
no hablar de lo siniestro
y
sí de la bondad y la belleza.
Hacer
de cada niño un hombre diestro
en
ver y amar la vida con nobleza…
Todo
eso y mucho más, es ser maestro.
Junio-2012