LIII
Hay
una edad divina, la primera
etapa
de la vida, la niñez,
donde
todo es candor y nitidez,
donde
siempre se vive en primavera.
Después,
la juventud, sueño y quimera,
nos
envuelve en un halo de embriaguez
donde
siempre el amor es parte y juez
de
nuestra loca vida placentera.
Mas,
un día termina aquel verano
que
incendió nuestras vidas. Lentamente
cambiamos
lo divino por lo humano.
Maduran
nuestros sueños. Nuestra mente
presiente
ya un otoño muy cercano
que
abocará al invierno finalmente.
Septiembre-2013