LVIII
Este incierto vivir, esta desgana
que transforma sin más mi sangre en hielo,
este miedo a soñar, este desvelo
ante cualquier señal en mi ventana.
Esta tenaz rutina cotidiana
que me tiene clavado al duro suelo,
este miedo a sentir, este recelo
del vívido fulgor de la mañana...
no es más que la vejez, la decadencia
de un cuerpo ajado ya, sin alegría,
que sumiso va en pos de su sentencia;
dejé ya muy atrás mi mediodía
y en la tarde navega mi existencia
camino de la noche negra y fría.
Enero-15