Culpa fue de ese viento marinero: de
repente elevó tu corta falda que
voló hasta la base de tu espalda y
dejó al descubierto el mundo entero. Iba
yo, caminante pasajero, observandola mar verde esmeralda pero
al ver la traviesa minifalda se
nubló mi razón y casi muero. Fue
tanta la elegancia de ese vuelo inundando
de sueños la mañana, que
también yo volé buscando el cielo. Y
es que al ver tu belleza tan cercana, mi
floja piel, ya fría como el hielo, se
mudó en tibia piel, tersa y lozana. Mayo,
2013