XLVIII
Culpa fue de ese viento marinero:
de
repente elevó tu corta falda
que
voló hasta la base de tu espalda
y
dejó al descubierto el mundo entero.
Iba
yo, caminante pasajero,
observando la mar verde esmeralda
pero
al ver la traviesa minifalda
se
nubló mi razón y casi muero.
Fue
tanta la elegancia de ese vuelo
inundando
de sueños la mañana,
que
también yo volé buscando el cielo.
Y
es que al ver tu belleza tan cercana,
mi
floja piel, ya fría como el hielo,
se
mudó en tibia piel, tersa y lozana.
Mayo,
2013